miércoles, 11 de noviembre de 2009

Viajeros Ilustres en Taganana III: CARL SCHRÖTER


Extracto del capítulo VIII de la obra titulada "Una Excursión a las Islas Canarias", en la cual el doctor Carl Schröter recoge su paso por el archipiélago en la primavera de 1908. Colección Escala en Tenerife. Ediciones IDEA.


"En la Cruz de Taganana (900 m, 11ºC), abandonamos la cumbre y bajamos hacia el norte por un sendero muy sinuoso a través del maravilloso bosque de laureles hasta el pueblito de Taganana. Nos rodea una auténtica exuberancia tropical; frondas de helechos del tamaño de un hombre forman una espesura, por doquier cuelgan lianas de los árboles, la selaginela forma brillantes alfombras sobre el suelo; las hepáticas (Anthoceros) cubren las paredes arcillosas y todas las ramas de los árboles están revestidas con un denso tapiz de musgos.

Los troncos del laurel miden medio metro de diámetro, los brezos de 7 metros de altura son comunes y las enormes hojas tipo magnolia de los arbolillos Pleimeris proporcionan auténticos refugios de sombra. Es el bosque más primitivo, salvaje y hermoso que hemos visto.

El pintoresco pueblito de Taganana se encuentra disperso por las lomas y laderas de un valle que se precipita bruscamente hacia el mar, rodeado por numerosos riscos. El alcalde no se encuentra, ni tampoco hay alojamiento para trece personas. El señor Jähnel propone guiarnos hasta el faro situado en la punta noreste de la isla, pero se trata de un peligroso camino, en el que puede sorprendernos la noche. Aparece de pronto un ángel salvador, un Peón Guarda del Estado, Servicio Forestal, un guarda forestal con su respetable placa oficial y su fusil, que nos ha enviado el gobernador. Pretende guiarnos por la costa norte tan lejos como se pueda; él conoce varios lugares en el camino donde podremos alojarnos. Valoramos la paternal ayuda del gobernador y rápidamente, antes de ponerse el sol, descendemos por un estrecho sendero hacia la costa en dirección este,

Es un camino muy interesante, extremadamente pintoresco y muy variado. Pronto atraviesa las suaves arenas de la playa, sube por elevados bloques de lava, cruza abruptos barrancos, sigue por el borde del acantilados costeros casi verticales y, después de pasar por pequeños asentamientos con cultivos de ñames y piteras, nos conduce hasta unas lomadas. En el roque de paredes verticales situado justo al este de Taganana, los Hombros de Taganana, contamos desde el camino 28 ejemplares de dragos salvajes, y laderas completas están cubiertas de piteras asilvestradas.
Matas verdes de Ephedra fragilis de ramas péndulas cuelgan de los riscos y la escasa Euphorbia balsamifera forma grandes comunidades con la Kleinia. Mirando hacia atrás, la visión de los grandiosos acantilados de Anaga brillando bajo la luz del atardecer es de una belleza indescriptible.

Pero la oscuridad avanza y el sendero casi no se reconoce al atravesar un pequeño barranco; más arriba, el peón conoce a un campesino que posiblemente pueda alojarnos. Pronto llegamos a la hacienda de El Draguillo; el campesino se sorprende, y no poco, al ver que por la puerta baja y estrecha de su espaciosa morada la invasión parece no tener fin. Pero nos acoge amistosamente, prepara tres sucios camastros y ofrece el suelo de su dormitorio al resto, y al día siguiente no quiere aceptar ningún pago. ¡Esa era la vieja hospitalidad canaria¡"

No hay comentarios:

Publicar un comentario